Anthony Downs: Teoría económica de la acción política en una democracia

Septiembre 2011

En el texto teoría económica de la acción política en una democracia del autor Anthony Downs, éste busca argumentar por qué un análisis y una posterior formulación teórica sobre las acciones del gobierno en la economía, debe sustentarse en bases tanto económicas como políticas.

Downs comienza su análisis con una frase que resume un aspecto sobre el que se ha hecho énfasis en este curso: que la economía no es independiente de la política y que estudiarlas por separado ha conducido a errores en el estudio de ambas disciplinas, “los economistas teóricos nunca han conseguido integrar adecuadamente el gobierno con los agentes económicos privados en una teoría única del equilibrio general. En cambio, han tratado la acción gubernamental como una variable exógena, determinada por consideraciones políticas que son ajenas al campo de la economía”.[1]

El autor afirma que distintos estudiosos del tema asumen a priori que las decisiones gubernamentales suponen el fin de maximizar el bienestar social, sin embargo expone diferentes problemas de esta afirmación: i) no hay un consenso sobre qué es el bienestar social y, en consecuencia tampoco lo hay sobre cómo maximizarlo, ii) aun si se superara el problema i, no hay una explicación satisfactoria sobre por qué habrían de buscar los gobiernos maximizar el bienestar social. Downs explica que desde la teoría económica se parte de una aceptación de la división del trabajo, en la que un agente actúa en pro de sus propios beneficios, y como efecto secundario de esto contribuye a una función social. En el estudio de la acción gubernamental, ésta no se ha estudiado desde la óptica de la división del trabajo ya que se considera que el gobierno no entra en esta división: se supone que él no actúa movido por asuntos privados. Sin embargo, el autor ve esto como un problema para el estudio de la acción gubernamental y busca integrar este enfoque en su análisis, “cualquier pretensión de formular una teoría de la acción gubernamental que no discuta los motivos de quienes dirigen el gobierno debe ser considerada incoherente con el cuerpo principal del análisis económico”.[2] A continuación procede Downs a formular la propuesta de construcción de un modelo que permita explicar el porqué del actuar de los gobernantes desde una perspectiva que tome en cuenta sus intereses particulares.

Para hacerlo, el autor establece ciertos supuestos de los cuales partir, para darle coherencia teórica a su análisis; de ellos los más relevantes son: i) el gobierno (partido en el poder) tiene un poder económico absoluto: puede privatizar o nacionalizar cualquier bien, ii) en una democracia hay dos o más partidos, éstos pueden llegar por sí solos al poder o hacer coaliciones entre ellos para alcanzarlo, iii) no es posible arrebatar el poder del partido gobernante mediante otro medio que no sean elecciones, iv) los partidos políticos no actúan con fines altruistas o por vocación política, sino que “Cada partido político es un equipo de hombres que solo desean sus cargos para gozar de la renta, el prestigio y el poder que supone la dirección del aparato gubernamental”[3], y por último v) todos los actores buscan alcanzar sus fines al menor costo posible.

Basándose en estos supuestos plantea el autor que, como los partidos solo buscan renta, poder y prestigio, todas sus acciones van dirigidas a obtener y mantener éstos. Su actuar público en es consecuencia solo un medio para proteger sus intereses privados, “su función social (que consiste en elaborar y realizar políticas mientras se encuentran en el poder) es un subproducto de sus motivaciones privadas (que buscan obtener la renta, el poder y el prestigio que supone gobernar).[4] Por lo tanto el gobierno solo buscará maximizar el bienestar social si esto le resulta conveniente para sus fines.

A partir de lo anterior, formula Downs dos contextos hipotéticos para –en sus palabras- examinar la naturaleza de las decisiones gubernamentales. En el primero de ellos los ciudadanos y el gobierno tienen una información perfecta, los primeros sobre lo que hará el segundo, y éste sobre lo que quieren los primeros. En este mundo cada ciudadano vota pensando de manera racional-eficiente, es decir, pensando en su propio beneficio, por lo tanto “Votará por el que considere que le proporcionará la mayor utilidad con su acción gubernamental”.[5] Además cada ciudadano tiene en cuenta el comportamiento del partido gobernante en el periodo anterior, y basándose en esto decide si apoya la continuidad o la oposición, y, como la información es perfecta “la conducta real del partido en el poder sigue siendo el punto central de su evaluación”.[6] Además es importante resaltar que en este mundo ningún ciudadano puede influir en el voto de otro, por esto todos los ciudadanos tienen el mismo peso en el mercado electoral.

Sin embargo, el autor nos explica que este modelo de información completa no existe y que en realidad nunca tenemos información perfecta; a partir de acá se ve en el texto un análisis en un contexto donde ni el gobierno ni los ciudadanos tienen información perfecta, el primero sobre lo que los segundos quieren, y los segundos sobre lo que el primero hace o ha hecho.

En este mundo predomina la incertidumbre de los ciudadanos a la hora de elegir sus gobernantes, ya que la falta de información los hace ignorantes respecto del accionar de los partidos, y por lo tanto su “decisión de voto se oscurece por falta de conocimiento”.[7] Debido a esto aparecen unos individuos que cumplen la función de persuadir a los electores en su decisión, para así llenar el vacío que deja la falta de información. Éstos por lo tanto tienen mayor peso político que los ciudadanos corrientes ya que tienen la capacidad de convencer a los electores en su dilema de quién han de apoyar, además son estos agentes muy importantes para el gobierno ya que también indagan por los deseos de los ciudadanos, orientando así al partido, o partidos, en el poder sobre el rumbo que han de tomar las políticas que formulen.

Como en este mundo la información es imperfecta, no es fácil estar al tanto sobre las políticas del partido gobernante, así como sobre las propuestas políticas de la oposición, por lo tanto surge así un instrumento que facilita el elegir a los gobernantes, sin tener que incurrir en los costos de informarse demasiado sobre las opciones a elegir: las ideologías. Downs nos explica que éstas aparecen como sustituto a la falta de oferta en información. Las ideologías sirven como elemento para relacionar a cada partido con un determinado tipo de políticas, éstas sirven para que el elector no se vea obligado a estudiar minuciosamente las políticas de cada partido, sino que solo es necesario que se identifique con una ideología, “si el votante descubre una correlación entre las ideologías de cada partido y sus políticas, puede votar racionalmente comparando ideologías en vez de comparar políticas”.[8] Como los partidos deben adoptar una, y deben mantenerla durante cierto tiempo; y como no pueden varios partidos adoptar la misma ideología si quieren que los electores se los tomen en serio, resultan éstas un elemento útil para facilitar la toma de decisiones a la hora de escoger un producto (partido) en el mercado electoral.

Basándose en el planteamiento de las ideologías, el autor explica que tanto en un sistema democrático tanto bipartidista como multipartidista, las acciones de un partido (bipartidismo) como de una coalición de partidos (multipartidismo), no pueden variar demasiado en su contenido: tanto los gobernantes como los opositores terminarán llevando a cabo políticas similares. A continuación se explicará esto.

En una democracia estable, con dos grandes partidos con sus respectivas ideologías definidas, la mayoría de los votantes se encuentra en la mitad de éstas; es decir, de izquierda a derecha la mayoría de los ciudadanos está en el centro político. Debido a esto, si un partido desea ganar las elecciones, éste debe apelar hacia el centro para obtener las mayorías necesarias. Por esto, cuando un partido es reemplazado por otro, no puede éste darle un giro radical a las políticas del anterior gobierno, si no quiere disgustar a los electores que, movidos por sus propios intereses, votarán en contra del partido, perdiendo éste así su renta, poder y prestigio.

Aunque en principio parecería que lo anterior no aplica para un sistema multipartidista, debido a la multiplicidad de ideologías en este tipo de régimen, y a la consecuente idea de que acá cabe más la posibilidad de que una ideología esté muy alejada de la otra; en realidad las consecuencias son parecidas. En un sistema con variados partidos, la ciudadanía está mucho más dividida que en uno con dos partidos, por lo tanto, es casi imposible para un partido alcanzar las mayorías necesarias para acceder al poder por sí solo; esto lleva a los partidos a formar coaliciones para alcanzar el poder y para poder gobernar de manera estable. Por esto, se ven forzados los partidos a ceder todos en sus planteamientos ideológicos para poder organizarse alrededor de propósitos comunes en coaliciones. Para hacer esto, es necesario que una vez en el gobierno, el partido alrededor del cual gira la coalición implemente políticas que aunque no sean acordes a su ideología favorezcan los intereses de los demás partidos que integran a ésta, para así poder mantener la gobernabilidad y continuar en el poder. De esta manera podemos deducir entonces que, aun cuando hay un cambio de gobierno, las políticas no pueden variar demasiado ya que necesitan del apoyo de otros partidos, “un sistema multipartidista ofrece a los votantes una opción muy clara entre conjuntos de políticas definidas y bien integradas, pero solo raramente gobierna de hecho uno de estos conjuntos. Normalmente gobierna una coalición y es probable que sus políticas sean menos definidas y menos integradas que las del gobierno en un sistema bipartidista”.[9]

 


[1]

Downs, A. (1992). Teoría económica de la acción política en una democracia. En Diez textos básicos de ciencia política (págs. 93-111). Madrid: Ariel. p.93.

 

[2] Ibíd. p.95.

[3] Ibíd. p.95.

[4] Ibíd. p.96.

[5] Ibíd. p.97.

[6] Ibíd p.97.

[7] Ibíd. p.99.

[8] Ibíd. p.101.

[9] Ibíd.p.104.

Acerca de Alejandro Cortés A.

Ciudadano colombiano. Politólogo de la Universidad EAFIT. Estudiante de la Maestría en Políticas Públicas de la Universidad de los Andes.
Esta entrada fue publicada en Uncategorized. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario